Hoy miro por la ventana sonriendo. Muevo la cabeza, me emprolijo el flequillo en el acto de despeinarme. Sonrío más ampliamente ante la paradoja y sigo observando. Siento unas grandes ganas de irme, de verme lejos y distante, tengo todo el sentimiento para agarrar una valija vacía e irme, vacía porque no necesito nada más que irme. La música la llevo adentro, y me inspira. Canto palabras, un papel y un lápiz, tachar, reescribir, inventar, no puedo estar un segundo sin inventar, sin crear, en una pobre imitación de un enfermizo complejo de Dios, pero mi creación me sonríe y me impulsa. El mundo sonríe entero, ¿no es un día maravilloso? Excepcionalmente perfecto en invierno, doce grados, una remera de mandas largas y una bufanda me hacen cosquillas en el cuello. Cierro los ojos y me imagino lejos. La música suena adentro mío, me enfrento a miles de tempestades y exijo más, más, porque piso fuerte y se derrumban.
Trágico final para mi encierro, espero, porque la libertad me tira los brazos y la busco, impaciente.
A veces hay que dar saltos de fe, aunque los miedos internos sean los más grandes del mundo. ¿Me voy a ir? Sí, me voy corriendo. ¿A dónde? No sé...
Me voy a amar.